domingo, 28 de marzo de 2010

Under-contra

Hoy ha sido un buen día, necesitaba registrarlo electrónicamente para la posteridad aunque nunca más vuelva a leer este mensaje después de oprimir la palabra publicar. Buen día, como aquel en la fábrica (¡no aburras¡), cuando mi amiga Chio San me regalo (más bien, me vendió) ese mini disco (más bien…bueno, ya) de la banda de su novio (el buen Cristian, x-nayer para los cuates), llamada Hulespuma.

Sin Internet y todo lo que eso implica, se que resulta casi imposible imaginarlo, casi como imaginar una naranja invertida o pensar en la antimateria. Escuche por días esas cinco canciones en mi Discman hasta el hartazgo. Poco después iría a verlos tocar al Alicia junto a bandas como Ellinoise, Gula y 301 izquierda, al salir de ahí la música y las fiestas nunca volverían ser lo mismo.

Apático e introvertido, desencantado del mundo (¡ay pobrecito¡) y con un naciente odio a la explotación capitalista, nunca me había interesado pertenecer a algo como en ese momento lo fue querer tener una banda como ellos, ir a fiestas con gente como esa, comprar más y más discos, en fin, obsesionarte con algo pude mantenerte ocupado. Cada quien se destruye como puede.

Sentir que perteneces a algo siempre es bueno, te ayuda a darle sentido a lo que hagas. Aun mejor si tu club privado es de no más de 50 o 60 con adicciones similares que en su absurdo viaje en busca de la autenticidad terminaban, teniendo el mismo piercing, tatuaje y convers. El uniforme de la originalidad. Al menos compartes con otros 50 tu personalidad y no con mil o dos mil millones que sería lo que terminaría pasando con este “movimiento”.

El problema con los movimientos contraculturales es que su evolución en caso de ser auténticos los lleva a la masividad. Terminan imponiéndose como el nuevo paradigma y entonces, irónicamente, se convierten en una lastimosa caricatura de si mismos. Total que no escribí de Hulespuma la mejor banda de su generación o al menos los que mejor entendieron la diferencia entre adaptar y copiar.

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