Insisto, podría hacer esto toda la vida, asistir a conciertos es de mis cosas favoritas, cuando deje de disfrutar esto podré considerarme muerto. Es en estos eventos que la felicidad se vuelve algo tan concreto, tangible, ubicable en el espacio y el tiempo, que el momento en que se apagan las luces y la espera termina, siempre se vuelve algo inolvidable, aquella emoción no se compara con nada.
De tanto ir a conciertos se aprenden cosas, personajes como mi buen amigo Cristian hermano mayor de otro gran amigo, el Mariano, han hecho de la acción de ir a conciertos todo un arte. Basta con recordar la forma en que se gano los boletos de primera fila para aquella histórica primer presentación de Placebo en México, o cuando salió del Hard Rock Café con la agujeta de Chino Moreno de Deftones en sus manos después de que se la arrancara con sus llaves, o la vez en que logró que nos coláramos hasta enfrente para ver a Mars Volta, todas estas ocasiones, por ser como ya dije, las primeras presentaciones de estos grupos en México elevan el grado de dificultad.
Pero una de mis anécdotas favoritas es aquella cuando vino Marylin Manson al palacio de los deportes. Yo no asistí esa ocasión pero el buen Cristian comenta que después de haber pasado dos de los tres retenes o filtros para ingresar al foro decidió ingerir (como es su costumbre) un ácido para disfrutar mejor el concierto (pues así le late, ¿qué tiene?). Resulta que al momento de llegar a la tercer puerta ya no traía su boleto, la hipótesis es que lo tiro al momento de sacar el ácido de su bolsa y como era de esperarse no lo dejaron pasar. Con el efecto de la droga encima y lo trágico de por sí de su situación ya se podrán imaginar la forma en que se sentía.
Él mismo cuenta que se visualizo por un momentos sentado solo escuchando el concierto desde afuera. Ahora todo esto es muy chistoso (al menos para mí) es lo bueno de la dialéctica de los recuerdos, con la distancia estos momentos son divertidos e incluso heroicos, con las cosas felices pasa lo contrario, la nostalgia las envuelve, se convierten en cicatrices, cicatrices de la felicidad pero al fin y al cabo cicatrices.
Para no hacer el cuento más largo y que esto parezca una entrada de Jaime (www.prestamosdineroya.com), el buen Cristian decidió acudir a la extinta patrulla radioactiva* en busca de ayuda. Una vez ahí invento toda una historia digna de telenovela mexicana. Dijo que venía de Monterrey y que unos policias lo habían madreado, digo golpeado, y que le quitaron el boleto, bueno nos cuenta que hasta se puso a llorar, jajaja. De tanto chingar, digo fastidiar, o de lo bueno de su actuación, uno de los tipos de la patrulla le dijo a otro de sus compañeros “pues ya wey regalale un boleto”, total que entro cuando comenzaba a tocar Apocaliptica aún con el efecto del acido y a un lugar mejor del que tenía. FIN
PD:Pues así estuvo el concierto de Muse a grandes rasgos. La verdad es que cualquier cosa que pueda decir se queda corta mejor pongo este video.
*Comando de promoción y patrocinio de la desaparecida estación de radio RADIOACTIVO 98.5
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no nos importan tus anécdotas robadas... mejor vuelve a escribir de paulette.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con el comentario del tipo de arriba, sólo agregaría que eres un ¡imbécil! además las entradas tienen faltas de ortografía, oraciones redundantes y con errores de sintaxis, una auténtica basura en general.
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