¿Alguna vez han intentado leer a Antonio Gramsci después de haber bebido 1,350 ml de cebada mientras viajan en un autobús del transporte público de pie? No, yo tampoco, sólo lo he intentado viajando sentado. Inténtenlo y si alguien pasa más allá de una hoja en esa lectura durante el lapso que dura el trayecto, aproximadamente 30 minutos, mis respetos. Y no es que Gramsci escriba peculiarmente complicado como los textos del Dr. Orozco, sino que el transporte público en esta ciudad es muy deficiente.
Todo esto por no tener un Ipod con batería suficiente para soportar 4 horas de uso, acompañado de una incapacidad marcada, creciente y condicionada para no soportar el silencio. Tal ves lo único que tengo que hacer para obtener resultados diferentes es cambiar un poco las variables. Un viaje 16 veces más largo, auto o camioneta en lugar del camión, Alkaline trio en lugar de Cañanveral como música de fondo, y amigos diciendo tonterías en ves de 53 desconocidos.
Así pinta lo que parece ser uno de los mejores y más divertidos fines de semana de año. La noche más corta y dinámica del inicio del fin del mundo. ¿Y tú dónde estabas cuando el mundo se acabo? Punk, excesos, gente desconocida, guitarras distorsionadas, fiesta, fiesta, fiesta, todo esto es lo que promete ser un viaje místico-esotérico donde el objetivo final parece ser una limpia con los mejores curanderos de este país. Que así sea, con o sin Gramsci
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario